Según Pitágoras, todo cuanto vemos y tocamos, las cosas tal y como se nos presentan, no existen de verdad, sino que son otros tantos velos que ocultan la verdadera y auténtica realidad. Heráclito precisa que todas las cosas que se tienen ante nosotros no son nunca, en ningún momento, lo que son en el momento anterior y en el momento posterior. Nunca vemos dos veces lo mismo, por próximos que sean los momentos.
Todas las cosas, tal como se nos ofrecen a la contemplación sensible, son el verdadero ser y están dejando de ser, para volver a ser, para devenir. Las cosas son como gotas de agua en los ríos, que pasan y no vuelven más. Las cosas no son, sino que devienen. Existir es estar en perpetuo cambio, un estar constantemente siendo y no siendo; un devenir perfecto; un constante fluir. Una cosa es y no es al mismo tiempo.
Según Parménides, este mundo abigarrado de colores, de las cosas que van y vienen, de la multiplicidad de los seres, de su variedad, de su movimiento, de su abizarramiento, todo este mundo sensible, es una apariencia, es una ilusión de nuestros sentidos, una ilusión de nuestra facultad de percibir. Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo.
El ser es y el no ser no es. "Mantenía que los fenómenos de la naturaleza son sólo aparentes y debidos, en esencia, al error humano; parecen existir, pero no tienen entidad real. Sostenía también que la realidad, "Ser verdadero", no es conocida por los sentidos, sino que sólo se puede encontrar en la razón"
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